Actualmente se pueden fabricar distintos tipos de aerogeles, utilizando como base el sílice, la alúmina, el óxido de cromo, el estaño o el carbono. Su uso industrial más difundido es el empleo como aislante térmico en las ventanas de los edificios para evitar la pérdida de calor (o frío). Pero los ingenieros están comenzando a realizar experimentos mucho más interesantes con este material.
Su poco peso y la capacidad de funcionar como un aislante térmico, lo hacen adecuado para la construcción de estructuras aéreas, lo que les permitiría flotar indefinidamente en el aire. Por ejemplo, una cúpula geodésica construida con aerogel, sería tan ligera que la diferencia de temperatura entre el aire del interior con el exterior bastaría para hacerla flotar.
Esto reduciría el peso total de la estructura (y su costo), al no necesitar vigas de soporte.
El aerogel traslúcido no permite la fuga de calor pero sí la entrada de radiación solar, tal como lo hace un cristal, lo que se permite la flotación indefinida mientras le dé el Sol. La altura de la cúpula puede variarse simplemente incrementando el diferencial de temperatura interior/ exterior.
Si algún día construyésemos dirigibles o globos con este material, podríamos elevarlos miles de metros y, gracias a las diferencias de temperaturas (unos 80ºC a 8.000 metros), flotarían indefinidamente. Quién sabe, quizás las alfombras voladoras del futuro estén fabricadas con algún tipo de aerogel.
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